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domingo, 13 de febrero de 2011

All you need is love?

El amor, un sentimiento encantador a la par que nefasto. Es el sentimiento más funesto, pero a la vez, el único que consigue hacernos olvidar la vorágine que nos rodea. Puede hacernos volar, darnos la vida, una razón para existir y a su vez una para no hacerlo. Es capaz tanto de llevarnos a lugares mágicos como de aislarnos en un lugar solo existente en nuestra imaginación. Nos enseña a valorar a otra persona como el bien más preciado,  pero a su vez es una bomba de relojería que no sabes en que momento detonará.
Amor, cuatro letras que pueden dar sentido a nuestra existencia o arruinarnos la vida, pueden hacernos soñar o hacer de nuestra vida una pesadilla. Es una enfermedad que nos persigue, que nos arrastra hasta su terreno con un atractivo señuelo para después destrozar lo poco que realmente merece la pena, y somos tan insensatos que aún sabiendo lo que nos puede pasar caemos en sus manos, nos dejamos envolver por su atractivo, bailamos entre sus brazos e incluso soñamos con caer enfermos algún día. A su vez puede ser una luz al final del túnel, ese resquicio de felicidad que nos puede devolver la vida, algo muchas veces sobre valorado, otras muchas menospreciado, pero siempre tenido en cuenta.
Al igual que un artista se alimenta de su público, un payaso de sonrisas o un ordenador de electricidad, todo ser humano tiene la necesidad de amar, hay muchas formas de hacerlo pero siempre tenemos la necesidad de ir a más, de conseguir lo mejor, por eso no nos conformamos hasta que logramos un amor incondicional.
Puede ser definido desde distintos puntos de vista, se podría considerar como un sentimiento relacionado con el apego resultante de una serie de emociones, pero lo solemos asociar con el amor romántico, definir con exactitud este sentimiento sería como resolver la conjetura de Goldbach, algo por lo que más de uno perdió la cabeza; aunque todos creemos saber lo que es, en el momento de la verdad nadie es capaz de explicarlo. Gottfried Leibniz definió una vez este sentimiento como “encontrar la felicidad de otro en tu propia felicidad”, pero, ¿Qué pasa cuando esa felicidad se vuelve enfermiza, te obsesiona y no te deja vivir? Por ese motivo esta definición es tan ardua y compleja.
Siempre se ha dicho que la raza humana es la más inteligente, aunque habitualmente mostramos ser más necios que un mosquito,; con frecuencia, la persona que puede hacer que nuestro mundo gire está a nuestro lado, es aquél chico  que va todos los días a tu lado en el tren, tu mejor amigo, tu vecino o incluso el dependiente de la tienda de al lado. Nos obsesionamos con buscar un amor sublime, ese ideal regido por los cánones de belleza establecidos en la sociedad cuando en realidad el amor es algo imperfecto. Te enamoras de lo que la persona es en si, por eso dicen que cuando estás enamorado el mayor de los defectos es algo esplendoroso para ti.
Aristóteles dijo que si nosotros fuésemos una flecha y la vida una diana, en el camino de la flecha hacia la diana habría solo un punto para acertar y muchos para equivocarse; el amor es igual, la raza humana asiduamente tropieza dos veces en la misma piedra, en lo referente al amor los tropiezos serían innumerables, sería como andar por un desfiladero considerablemente accidentado sin ninguna protección, a sabiendas de que hay una posibilidad entre un millón de llegar con vida. Es como jugar a la ruleta rusa, como saltar desde un 5º piso sin paracaídas, como inhalar monóxido de carbono, es algo que nos come por dentro pero que a su vez se nos presenta como la droga de diseño más potente jamás creada.
Aunque el amor pueda quitarnos la vida seguimos considerándolo el más importante de los sentimientos, la llave de nuestra felicidad y es por eso que nos enredamos en él, nos gusta caer en su dulce engaño y aunque sabemos lo que hay detrás siempre consideramos que una vida sin amor no es vida. Dicen que cuando estas con la persona a la que amas no necesitas nada más, que cada milésima de segundo a su lado es más importante que una vida entera sin él, el instante en el que vuestros dientes se rozan por una milésima de segundo es el recuerdo al que siempre acudes en momentos de flaqueza, pero también se sabe que del amor al odio sólo hay un paso.
En mi opinión, lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia, el odio nos hace sentir algo por esa persona, lo que de un modo u otro, nos remite a pensar en él, por el contrario la indiferencia muestra que su existencia es totalmente insignificante, que tu mundo seguiría girando si en ti no hubiera ni un mínimo resquicio de esa persona, ese es el momento en el que el desamor pasa a un primer plano y cuando realmente nos damos cuenta de lo necios que hemos sido.
La gente siempre tiene miedo a perder a la persona amada, pero, si realmente has amado a una persona, nunca la pierdes ya que la memoria de todos los conmovedores momentos a su lado es imborrable. Todas las vivencias nos ayudan a construir lo que realmente somos por lo que no deberíamos arrepentirnos de las frustraciones amorosas, sino que deberíamos aprender a ver lo bueno y a gratificar los buenos momentos adquiridos.
El amor con frecuencia es algo temporal como una estrella fugaz, algo efímero pero que merece la pena presenciar. Es el clímax de los sentimientos, el culmen de la belleza, la más mortífera de las enfermedades…
¿Merece la pena enamorarse? En mi opinión, sí. Porque la vida no es sólo sobrevivir, ir por la vía más sencilla, sortear los problemas y eludir las responsabilidades. Es algo más que eso, es como un rompecabezas en el cual la vía más fácil para resolverlo es enamorarse.
El amor es tan enrevesado como la más difícil de las decisiones, no entiende de edad, de estamento ni de ideologías, el amor es libre, nunca sabes cuando va a llamar a tu puerta, si te esperará en clase, en el supermercado o escondido en tu armario con esos ojos profundos que nos hacen caer en la locura. Eso sería un mérito inimaginable ya que aunque muchos hablan de él, pocos afortunados pueden afirmar con total sinceridad que han seducido al amor, que han sobrevivido a su hechizo y que aunque millones de cosas increíbles se presentaran delante nada podría superar su majestuosidad.
El amor da un nuevo sentido al tiempo, distorsiona nuestra percepción, hace que las horas, los minutos y los segundos sean insustanciales, que lo realmente trascendental sea el interior, como que cada latido sea tan significativo como una vida entera aún durando sólo unas milésimas de segundo.
Es el origen de todo, tanto de la felicidad como de la desesperación, de nuestros sueños y de nuestras pesadillas, de todo lo realmente primordial. Sin duda el amor mueve montañas, mundos e incluso universos.
Cuando el amor entra en tu vida se convierte en un parásito que se alimenta de tus pensamientos, tanto de los fríos como de los más calientes y sinuosos. se mete por tus entrañas, desde que despierta el primer rayo de sol hasta que cae la noche. Actúa en tu organismo, descontrolando sus funciones, creando náuseas y quebraderos de cabeza. Se alimenta poco a poco de los recuerdos almacenados en tus regiones cerebrales, royendo tu tejido nervioso hasta convertirlo en delicados hilos para poder manejarte cual marioneta, creando una pseudo amnesia que hace que lo único significativo sea él.
El amor es como el más mortífero de los cánceres, cuyas células cancerígenas matan cada resquicio de cordura en tu interior, y luego dañan tus órganos hasta dejarte indefenso, sin nada significante. Es como la esclerosis lateral amniotrófica, degenera todas las células de tu sistema nervioso hasta dejarte más desamparado que un recién nacido, para finalmente acabar contigo.
Todo amor deja en tí una enorme mancha de grasa que ni el mejor de los detergentes podría eliminar. Es uno de los mayores tóxicos imaginables y a su vez el néctar más dulce que alguien podría probar, como un concentrado de azúcar envenenado, como quedar atrapado en las atractivas geométricas formas de una tela de araña.
                Nos hace perder la cordura, nos hace olvidar el sentido horario, hace que alimentemos el futuro de un pasado que desearíamos que fuera inexistente y a su vez es lo más soberbio que nos podría pasar nunca. Hace que alimentemos nuestro subconsciente de cosas utópicas que probablemente jamás ocurrirán, nos hace actuar como seres descerebrados pensando que nuestro futuro podrá asemejarse a nuestro pasado a sabiendas de que solo existe una ínfima posibilidad.
No es una palabra, es lo que hay detrás de ella, esta encierra alegrías y tristezas tan impetuosas que solo se pueden describir torpemente con un puñado de palabras absurdas que ni aún escritas por un prestigioso literato llegarían a tener un mínimo de significado para las personas que realmente lo conocen. Es por eso que el amor de verdad no necesita una sola palabra, solo necesita miradas, caricias, las formas más simples de expresión que pueden convertirse en verdaderas obras de arte.
El amor de verdad se ve sin ojos, se siente sin tacto, se huele sin olfato, y se saborea sin gusto. Es algo independiente a lo sensorial y a su vez lo que nos puede hacer percibir las más variadas y destacadas experiencias sensoriales. El amor verdadero no es como un yogur con fecha de caducidad, no se remite al tiempo o al espacio, es insustancial.
Este no puede ser ocultado ni fingido, duele tanto que ni el mejor maquillaje, la más rocambolesca de las caretas o la más cara de las operaciones podría ocultarlo. A su vez una felicidad tan suprema no puede ser fingida si no es conocida, ni el actor mejor pagado sería capaz de interpretar un papel tan sencillo para unos e imposible para otros.
El hombre siempre va en busca de algo, que siempre hemos pensado que era dinero, éxito, sabiduría o poder, pero en realidad, lo único que busca es amor, esto sólo es una artimaña para defenderse del dolor, de los sentimientos, de la pasión y del dejarse llevar y vivir la vida como realmente queremos y no como nos dicen que debemos querer.
Cuando dos personas que se aman verdaderamente cruzan sus miradas, por sus venas fluye esa maravillosa magia que envenena hasta los corazones más fuertes, su cabeza se centra en lo que ha buscado siempre, no queda hueco para el pensamiento ya que si empleáramos la razón huiríamos despavoridamente. Justo en ese momento en el que nace la belleza todo lo demás se desvanece, pierde la trascendencia y lo único que sinceramente importa es ese momento, el pasado y el futuro quedan comprimidos en un ínfimo recuerdo para dejar paso a ese segundo que puede significarlo todo. Ese momento en el que alguien al que no considerabas relativamente importante pasa a ser tu mundo.
El hombre habitualmente demuestra su falta de inteligencia en este campo ya que nos gusta experimentar, usar y tirar, renovarlo todo, es así como a veces teniendo lo mejor que podríamos obtener en nuestra vida lo dejamos, denotando nuestra soberana estupidez ya que en esta “moderna” sociedad conservar es sinónimo de fracaso. Lo que realmente es un fracaso es que tan asiduamente seamos incapaces de pensar con un mínimo de coherencia.
                Intentamos lograr abstraerlo de nuestra mente aún a sabiendas que es una total pérdida de tiempo, cuando el amor te persigue lo puedes encontrar acurrucado en tu cama, en el televisor o susurrándote a cada instante. Cuando éste realmente te atrapa puede construir una mansión en tus entrañas sin que te inmutes y vivir gratis en tu cabeza sin pedir permiso.
                Es una cicatriz imborrable, una herida tan profunda que nunca encontraremos su final, es tan adictivo que aunque nos percatemos del sufrimiento tal vez no queramos olvidarlo, como un virus al que nunca encontrarán cura, o una enfermedad en un país tercermundista. Es un círculo vicioso de imágenes repetitivas que nos acosan constantemente haciéndonos perder la cabeza, es un cúmulo de detritos que nos impiden reaccionar y buscarle a todo un sentido. Es una bomba que sabes que algún día explotará dentro de ti. El arma más sofisticada, que aunque en segundos pueda acabar con nosotros es tan atractiva que merecería la pena arriesgarse.
                Debería ser una única variable rodeada de muchas más, no una tormenta que nos sacude, un relámpago que nos atraviesa, sentimientos sensorialmente agradables pero vacíos. Es el sentimiento más egocéntrico, busca el protagonismo, quiere succionarnos hasta dejarnos como un saco inerte de huesos, retorcernos las vísceras, encharcarnos los pulmones, taponar nuestras arterias.
                Nunca se sabe lo que puede pasar en el amor pero pocas veces los esfuerzos son lo suficientemente fructíferos; el amor nunca tiene suficiente, siempre reclama más y más de nosotros, dejándonos indefensos frente a un abismo.
A la hora de la verdad somos tan cobardes que aunque tuviéramos al amor enfrente de nosotros no seríamos capaces de levantar la mano tan siquiera para defendernos, siempre guardamos en el fondo de nuestra persona los resquicios de felicidad y esta felicidad es tan vigorosa que por ella merece la pena quedar totalmente indefenso.
                Incesantemente malgastamos nuestra vida buscando el amor, todo va pasando delante de nuestras narices, es tan difícil retenerlo como lo es mantener el agua en las manos. La vida fluye, el amor llega, nos puede esperar en el lugar más recóndito e inimaginable. Algún día llega, eso que siempre has soñado tocar con las yemas de tus dedos, pero hay momentos en los que es demasiado tarde y en los cuales lo que ganas es insignificante comparado con todo lo que has dejado pasar.
                Cuando el amor llega le entregas tu corazón sin pedir nada a cambio. Uno de los mayores errores humanos es que somos demasiado confiados. Siempre que vemos una amable sonrisa y unas palabras dulces nos dejamos cautivar, no pensamos en lo que podría pasar, y actuamos por inercia y sin meditar. Por eso nos afecta tanto, porque en el momento menos esperado saca su ira y de un golpe es capaz de dejarnos K.O.
                Cuando quieres a una persona la quieres antes de conocerla, la quieres incluso antes de existir. Es como si siempre hubiera estado allí, siempre había un hueco en el corazón que faltaba ser completado y esa era la pieza extraviada. Hay personas que realmente necesitan estar juntas, y al hacerlo pueden formar una unidad de perfección, que solo con su amor podrían alimentarse y que cualquier cosa por horrible que fuera, vista con los ojos de una persona que siente algo tan maravilloso y bello sería realmente extraordinario.
                Si el amor es real nunca una persona posee a la otra, simplemente se complementan tan majestuosamente que parecen ser uno solo, se complementan en total armonía. Cuando amas a alguien con toda seguridad no necesitas decirlo, la otra persona  lo sabe, pues no se necesita nada más que el corazón para amar a alguien perdidamente, lo demás son simples adornos que añadimos por nuestro gran afán de dificultar las cosas.
                Si pensamos con claridad, es nuestra mayor motivación. Siempre que sentimos algo así nos levantamos con una sonrisa radiante, nos sentimos centelleantes intentamos ir a más, progresar, crecer... Siempre que sentimos amor hacemos todo lo que está en nuestra mano y lo que no, para seguir flotando en nuestra nube.
Cuando se ama de verdad, hay que dejar a un lado la cordura, sumergirse en una locura colosal, dejarse llevar sin pensar en lo que pasará, en lo que no puede pasar, en lo que ha pasado y en lo que podría pasar. Hay que ser impulsivo, actuar y no dejar pasar las oportunidades.
Hay gente que piensa que puede entender el amor, yo pienso que ni en un hospital psiquiátrico la gente podría decir eso. El amor es el más complicado de los problemas, el mayor delirio existente, una enfermedad sin cura. Nunca nadie comprenderá que es realmente el amor.
Para aprender a amar hay gente que necesita una vida entera, pero en realidad sólo es necesario un instante para comprender lo que sientes. Es bastante paradójico entonces que sepamos amar pero no lo que es el amor.
 El amor es un frenesí de sentimientos, la más contradictoria de las contradicciones, una mezcla de disparates, un cúmulo de impetuosidad, el mayor conjunto de sueños y pesadillas, una de las cosas inexplicables, más horribles y más bellas.
El amor es amor, nada más.
  

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